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Interior de un Molino Hidráulico
Los arroyos Múrtiga y Chanza de la Cuenca del Guadiana que recorren la Sierra de Aracena y Picos de Aroche han sido elementos indispensables para el desarrollo de la comarca, como por ejemplo el uso de sus aguas para la primera Central Eléctrica (Santa Teresa) en El Repilado (Jabugo). Pero retrocediendo aún más en la historia, el río Guadiana ha proporcionado la herramienta básica para disminuir esfuerzos y generar riquezas tan básicas como la harina que se utilizaba como recurso propio de alimentación o para la venta de esta fuera y dentro de la comarca.
Los molinos de agua en las márgenes de los ríos han simbolizado una de las tecnologías más avanzadas, para su funcionamiento se necesitaba un salto de agua de forma natural o artificial creándose una pequeña presa para almacenar el agua.
La mayoría de los molinos hidráulicos que existen en la Sierra son de cubo o de rodezno porque se trata de una pieza clave y protagonista en el funcionamiento de los mismos ya que era una construcción vertical en anillos de piedra que se estrechaba para aumentar la presión y así facilitar la labor de la molienda del trigo. También estaba la presa que almacenaba el agua de las cavuceras, el cárcavo donde desembocaba el agua del cubo y la sala de la molienda donde se encontraban los elementos necesarios para moler.
Funcionamiento del Molino Hidráulico

Dibujo de las partes de un Molino de Agua
El funcionamiento del molino no estaba exento de riesgo porque la fuerza y presión que llevaba el agua y especialmente el movimiento de los ejes y las piedras, podían causar accidentes sumamente graves. Además no podemos olvidar que todo este entramado de piedras, hierro y madera que formaba la maquinaria no dejaban de ser artilugios toscos y rudimentarios. Por eso, era habitual prohibir la entrada en el molino durante el tiempo de la molienda, especialmente a los niños.
La molienda comenzaba normalmente con el molino de la llave, que era el primero que se encontraba en el cauce del arroyo. El resto de los molinos no podían moler hasta que el molinero de éste no soltara el agua tras haberla utilizado o sin utilizarla por una abertura de la presa que daba a cavuceras especiales llamadas en algunas zonas “aliviadero”.
Una vez lleno se abría la llave del saetín desde la sala de la molienda y el agua comenzaba a correr cayendo sobre las palas del rodezno y haciéndolo girar. El molinero se encargaba de depositar el grano en la tolva que previamente había dejado unos minutos en agua para que se humedeciese.
El rozamiento de las piedras conseguía moler el grano por un simple mecanismo de fricción, convirtiéndolo en harina que, utilizando la fuerza centrífuga, se iba dirigiendo hacia el exterior por unos cauces marcados en la piedra. Esta harina iba cayendo en el jarnal, para después ser recogida por el molinero. Las piedras tenían alrededor unos cinchos o arreores que no permitían la salida de la harina por otro sitio.
Para saber si la harina que estaba produciendo era de buena calidad normalmente el molinero experto por los años en su noble oficio, sólo por el olor averiguaba si se estaba quemando o todo estaba correcto.
También parece increíble que todos los molineros se pusieran de acuerdo para programar las horas de molienda y así poder trabajar todos ya que los arroyos no tenían caudal suficiente para que lo hiciesen al mismo tiempo. En invierno que había más agua en la rivera sí que se podía moler al hilo, es decir, sin parar porque había agua suficiente y para todos los molinos, el resto del año se molía una hora y media aproximadamente.
Hoy día todo es un fugaz recuerdo, esto nos hacen reflexionar sobre sus dueños, el trabajo y las innumerables conversaciones que entre el ruido del molino, los arrieros que llegaban y otros se marchaban quizás tomaran algún vino mosto para brindar por los grandes y pequeños éxitos que les ofrecía la comarca.